10 febrero, 2016 By malgobierno
Javier Duarte y su legado de asesinatos a periodistas
En los últimos años la situación de riesgo en la que se encuentran muchos periodistas y reporteros es verdaderamente grave, pues a pesar de que los últimos tres sexenios han presumido de gran apertura y tolerancia a la crítica pública, las cifras de atentados, secuestros y asesinatos de quienes ejercen la profesión de comunicar indican una realidad totalmente diferente.
La confusión y falsa imagen que se ha creado a partir del relajamiento en el protocolo en el trato con funcionarios de alto nivel dista mucho de la persecución contra quienes cubren el día a día. Muchos reporteros y periodistas de investigación sobre todo se encuentran a mitad de los ataques de grupos delictivos, empresarios y políticos corruptos quitándoles la oportunidad de trabajar en plena libertad.
Amenazas directas y por medio de redes sociales son el pan diario de los responsables de cubrir diferentes fuentes, no importa cuál sea, basta con mencionar un dato incómodo para volverse blanco de la violencia y pasar del otro lado de la lente, parte del texto y no sólo la firma al final de la nota.
Javier Duarte es quien se ha convertido en el «enterrador de periodistas«, 19 a lo largo de su gestión. Veracruz se ha vuelto tan o más peligroso que ciudades como Michoacán, Monterrey o Tamaulipas. Anabel Flores Salazar se suma a este listado de periodistas caídos o tumbados por un gobierno intolerante cobarde y cómplice del crimen, de los criminales que entraron de noche y se llevaron no sólo a una reportera, sino a una madre de dos pequeños; una mujer que sólo hacía su trabajo.
La libertad de expresión no es que Adal Ramones entreviste a Vicente Fox, que las notas más relevantes sean los chistes malos de Felipe Calderón o que Enrique Peña Nieto aparezca cada semana en las revistas del corazón. No nos engañemos, la libertad de expresión se está consumiendo con cada periodista asesinado, con cada comunicador temeroso de firmar una nota.
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